Paseando por nuestros pueblos, uno siente la soledad, la desazón provocada por una tarde lluviosa.-Como fantasma deambulando por sus calles vacías, fachadas de viviendas destrozadas, castigadas por la lluvia y el viento.-Ventanas atrancadas, sin cristales a la vista, solares llenos de matojos, hierbas, latas .- A lo lejos aullidos de un perro, que vaga, dirige la mirada sorprendida al paseante.-
Garrafas y botellas de agua en puertas protegidas por chapas “anti-agua”.- Calles llenas de recuerdos en la mente del olvido.-El silencio nos acompaña, cuando cae la noche, las primeras gotas, impactan en el cristal, y a través de la cortina vemos la cara de la soledad, del abandono, de la tristeza del alma, o el alma sumida en la tristeza.-
Se acabó el verano, no se oyen apenas voces de niños, y todo hace indicar que en breves días comenzaran a humear las chimeneas, que entre la niebla primera de otoño, esparcirá sus primeros brotes de humo blanco, como bandera de que en alguna casa, existe vida.-
Caminas pegado a la acera, y observas casa sí, casa no, cerradas a cal y canto, con tejados ondulantes y quebradizos, gatos huidizos atraviesan nuestros pasos….y el silencio, ese silencio que nos relaja y provoca los primeros escalofríos del incipiente otoño.-
De vez en cuando, la figura quebrada de la anciana apoyada en su bastón, con andares cadenciosos, mirada asustada y saludo dubitativo, se aparece entre nosotros, como parte del paisaje desolado rural.- Alejados de escaparates, centros comerciales, atascos circulatorios, este paisaje urbano dentro de lo rural, nos atempera, nos purifica mentalmente y hasta regenera las ilusiones, por vivir, por superar y en definitiva…por vencer.-
Por estas calles, comenzamos a andar, nuestras primeras carreras, tropezones, desconchones en la rodilla, en algaradas de amigos, gritos de vida de entusiasmos, que ahora a veces parecen tan lejanos, pero tan próximos a la vez.-
¡Buenas noches!, con voz quebrada, de la garganta de la anciana…. ¡buenas noches!...y gracias por estar ahí, como memoria del pasado, y como testigo del presente.-
Garrafas y botellas de agua en puertas protegidas por chapas “anti-agua”.- Calles llenas de recuerdos en la mente del olvido.-El silencio nos acompaña, cuando cae la noche, las primeras gotas, impactan en el cristal, y a través de la cortina vemos la cara de la soledad, del abandono, de la tristeza del alma, o el alma sumida en la tristeza.-
Se acabó el verano, no se oyen apenas voces de niños, y todo hace indicar que en breves días comenzaran a humear las chimeneas, que entre la niebla primera de otoño, esparcirá sus primeros brotes de humo blanco, como bandera de que en alguna casa, existe vida.-
Caminas pegado a la acera, y observas casa sí, casa no, cerradas a cal y canto, con tejados ondulantes y quebradizos, gatos huidizos atraviesan nuestros pasos….y el silencio, ese silencio que nos relaja y provoca los primeros escalofríos del incipiente otoño.-
De vez en cuando, la figura quebrada de la anciana apoyada en su bastón, con andares cadenciosos, mirada asustada y saludo dubitativo, se aparece entre nosotros, como parte del paisaje desolado rural.- Alejados de escaparates, centros comerciales, atascos circulatorios, este paisaje urbano dentro de lo rural, nos atempera, nos purifica mentalmente y hasta regenera las ilusiones, por vivir, por superar y en definitiva…por vencer.-
Por estas calles, comenzamos a andar, nuestras primeras carreras, tropezones, desconchones en la rodilla, en algaradas de amigos, gritos de vida de entusiasmos, que ahora a veces parecen tan lejanos, pero tan próximos a la vez.-
¡Buenas noches!, con voz quebrada, de la garganta de la anciana…. ¡buenas noches!...y gracias por estar ahí, como memoria del pasado, y como testigo del presente.-
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