Es tremendo el desgaste social, al que los ciudadanos de éste país, están siendo sometidos.- Sin quitar importancia a lo económico , que por supuesto la tiene, y no poco, existe algo más comprometedor y demoledor de la estructura de estabilidad componente obligado en cualquier sociedad civilizada que se precie.-
Los a veces tan ensalzados y exagerados “valores”, para mí no representan ni más ni menos que la confianza en el vecino, el amigo, el político, el médico, el banquero, el policía, y por descontado hasta el juez, pasando por el periodista que ejerce como tal, es decir, como periodista y transmisor de la información, desde luego sin manipulación ni tergiversación., como parece ser lo habitual en esta época.-
Pero nada de eso parece tener un mínimo de cimiento estable, en los tiempos que vivimos.- La prepotencia en la exigencia de los derechos, el destierro infinito de cualquier tipo de obligación, la petulancia en la exhibición del triunfo y la ostentación, parece norma arraigada de práctica común, no solo por los grandes potentados, políticos (no todos) sino los que es más preocupante, al nivel del ciudadano medio.-
Se desconfía del vecino, del compañero de trabajo, de viaje, y hasta de la cajera del supermercado.-Se piensa de forma repetitiva y constante, que cada semejante, esta puesto ahí, para fastidiarnos, amargarnos y “jodernos” (que mal suena) la vida.-
Vemos cualquier iniciativa del amigo, o del vecino, como un intento de prevalecer, ostentar, y sobresalir, respecto a la medianidad en la que parece estamos sumidos una mayoría.-
No creemos en la actuación desinteresada, en la solidaridad, en las actividades programadas para bien de la comunidad, sin ningún interés oculto para beneficiar al que lo organiza.- En definitiva hemos instalado en nuestra mente un odio invasor, y una envidia recalcitrante, ante cualquier semejante próximo, que tenga iniciativa o ganas de hacer algo, que no se traduzca inmediatamente en dinero.- No nos lo creemos, quizás porque desconfiamos de nosotros mismos.-
Ninguna sociedad avanza, instalada en la mediocridad, en la envidia, y en la permanente destrucción de todo lo que otros “tocan” quizás porque nosotros hace años descartamos de nuestro espíritu, la iniciativa y el “hacer algo” ante el miedo de no agradar a todos, y esto último les garantizo que es imposible, lo que hagamos debe ser para estar bien con nosotros mismos, con nuestros principios y con nuestra humanidad, sin miedo ni rubor de equivocarnos, tampoco es tan difícil, pedir perdón antes que permiso.-
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