Se calza uno sus nuevas deportivas, renovando a las viejas de hace seis años con 30 euros, una camiseta de medio-marca transpirable, y unos pantalones cortos de algodón, con mallas aislantes del sudor para “los roces” protegido con unas viejas gafas de sol del viejo traje ciclista, para sortear mosquitos, y sin remilgos comienza la guerra fratricida de todos los años contra la barriga y el persistente colesterol.- Se auto convence uno mismo de que ésta vez, si habrá continuidad, sin desaliento ni abandono, con éste equipamiento es imposible no triunfar, añadiendo los veinte minutos que me ha costados vestirme y colocarme el podómetro de pulsaciones que me alertan de las subidas arrítmicas peligrosas.-
Sale el ingenuo a la calle, convencido de que con ésta pinta es imposible llamar la atención entre la turbe de deportistas que en forma de enjambre se esquivan por las riberas del Ebro, entre nubes de mosquitos y manadas de patos de orilla que te miran al pasar con ojos sorprendidos y expectantes.-
Uno que disfruta observando la fauna humana, más que sudando desaforadamente, se lleva la primera desilusión cuando se cruza con el primer corredor que en uno de sus brazos y en una escandalosa funda negra, lleva adherido a su cuerpo entre cables colgantes un artilugio electrónico, conectado a auriculares cual cordón umbilical que le alimenta de vida o energía, o que leches sé yo.-
También, me cruzo con varios chicos y chicas que todas edades, incluido algún cincuentón como yo que parecen absortos por una transmisión de sonido, datos, pulsaciones y no sé cuantas más cosas, haciéndote parecer un retrasado en la creciente y apabullante moda del fitnnes de nivel, por tu simplicidad y carencia de ondas, que a muchos de ellos hacen parecerles verdaderos deportistas sujetos a un microondas de alimentación de anabolizantes o no sé qué sensaciones.-
Creo que los perros acompañantes de muchos deportistas con el paso del tiempo también llevaran colgado a su cuello algún tipo de Smartphone que mida su segregación de saliva y porqué no sus pulsaciones.- Que atrevidos e ignorantes hemos sido aquellos que durante años hemos andado, o corrido sin más control o limitación que las muestras de fatiga, la respiración entrecortada o la presión en el pecho que en algunos momentos se producía ante los primeros síntomas de agotamiento
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