Eran las 22,40 de la noche, como de costumbre aparco el coche en las inmediaciones de mis casa, igual que muchísimos vecinos, al lado de una gran hueco libre, a un metro de los contenedores.-Dos chavales de no mas de doce años, a esas horas merodeando por ellos, se paran y detienen, incluso de hablar (en perfecto español).-Pienso ...¿que rastro planean estos? a estas horas, dos críos (de etnia conocida) en día de clases ¿como no están en sus casas?...aparco, subo a mi casa y a los diez minutos escasos me asomo a la terraza y veo arder el contenedor y casi mi coche que gracias a la rapidez de bomberos, policía y nosotros mismos, conseguimos evitar, aunque no algunos desperfectos en el mismo.-Preguntas de la policía.: ¿eran extranjeros?..no¡ nacionales, pero desde luego inadaptados, educados en imaginaros qué valores y qué criterios de civismo.-Y pienso en los padres, que seguramente desde ventanas cercanas, miran la escena, y serían capaces de matar por sus niños.- La policía, muy amable y efectiva, me dice....nada que se le va a hacer, ahora está de moda quemar contenedores.- Y yo intento entender las gamberradas de juventud; de mi juventud.....comparo y encuentro algo peor.........¿Que le pasa a nuestra sociedad, para que padres, educadores y colectivo en general, veamos estos actos, como casi-normales actualmente?.........Nos resignamos ante lo inevitable que se nos avecina, o ¿soy algo catastrofista?
El mundo por Montera Capitulo primero Amanece en Puebla del Duque, un municipio de Aragón, el treinta de noviembre del año 1933; mañana plomiza, de frescor y humedad mezclados, convirtiendo el cierzo suave, en un aviso atenuado del frio invernal y lluvioso que en éstas tierras se prodiga, alternando alguno seco cargado de hielos (chupones o carapitéeles) que fiel a su cita anual suelen comenzar su presencia, para la Inmaculada. - Lentamente, comienza la actividad, los carros cruzan la plaza y la calle mayor en dirección a los campos de extrarradios, Camino del Duque, el Bolar, la huerta los pochos, los tres caminos, la foladaza; la remolacha está esperando en los campos de pequeños minifundistas, las manos secas y regadas de cribazas, de los hombres y sus mujeres, mientras arrean las mulas que tiran de carros con ruedas de madera y llanta de hier
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