Fué en Albalate, el pasado fin de semana, bajo una noche mágica de embrujo primaveral, el viernes y otro regalo del clima con la del sábado.- Varios miles de tambores, aporreados y exprimidos cuan expertos músicos, que en numerosos casos parecían dirigidos por batutas de grandes directores .-Pero nada más lejos de la realidad; es el hombre, que suelta su instinto e inspiración, para golpeando el tambor, con palillos asistidos por dedos inflamados y bombos golpeados con mazas agarradas por manos agarrotadas y doloridas.- Se pasea al son del tambor y el bombo, con el ritmo que inspira la cuadrilla.- Esa cuadrilla, de grandes amigos, que bajo el silencio del ruido ensordecedor, conspira con la mirada, con el arqueo de cejas, el guiño de ojo, o cualquier otro gesto de complicidad que expresa la satisfacción del individuo , por pertenecer a ése grupo.- Grupo unido por el “silencio del ruido”, la cerveza y el cubata compartido, la sonrisa con el amigo, la mirada a la novia, con cierto grado lujurioso.- Las gentes caminaban por las angostas calles de Albalate, se cruzaban las cuadrillas en las cuatro esquinas, la calle mayor, la plaza del convento; túnicas moradas, negras azulonas y multicolores, como expresión de la diversidad de éste país.-Y a pesar de la diversidad, de los variopintos colores, se palpa la armonía, las ganas de hablar y establecer empatia con los “tocadores”, albaceteños, andaluces, valencianos, murcianos, poblanos, hijaranos y albalatinos, etc. etc.- ¿Qué tiene el tambor? Que une a gente de tan distintas regiones, pueblos, ideas, religiones e incluso ateismos.- Quien ha ido a varias jornadas nacionales, coincide que el cansancio y agotamiento físico final, es una balsa de paz relajante del espíritu que ayuda a afrontar con nueva y desesperada impaciencia, la semana santa, la semana laica, la religiosa, llámenla como sea…….al fin y al cabo la semana grande del tambor.-
El mundo por Montera Capitulo primero Amanece en Puebla del Duque, un municipio de Aragón, el treinta de noviembre del año 1933; mañana plomiza, de frescor y humedad mezclados, convirtiendo el cierzo suave, en un aviso atenuado del frio invernal y lluvioso que en éstas tierras se prodiga, alternando alguno seco cargado de hielos (chupones o carapitéeles) que fiel a su cita anual suelen comenzar su presencia, para la Inmaculada. - Lentamente, comienza la actividad, los carros cruzan la plaza y la calle mayor en dirección a los campos de extrarradios, Camino del Duque, el Bolar, la huerta los pochos, los tres caminos, la foladaza; la remolacha está esperando en los campos de pequeños minifundistas, las manos secas y regadas de cribazas, de los hombres y sus mujeres, mientras arrean las mulas que tiran de carros con ruedas de madera y llanta de hier
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